Juan Manaure
Los acontecimientos de
los últimos meses ratifican la política de conciliación de clases que han
venido llevando adelante los sectores reformistas de nuestro gobierno, que asfixiado por la
crisis económica generada por la burguesía, y ante la consecuente desconfianza
que sus posiciones vacilantes han provocado entre la clase trabajadora,
intenta, cual malabarista, mantener contentos a la burguesía y al proletariado,
para poder mantenerse en el poder. No obstante, la experiencia histórica de la
lucha de clases demuestra que esta política al final tiene un único destino: el
fracaso de la revolución, la derrota de la clase trabajadora y la posterior
desmoralización y desmovilización del proletariado por largos períodos.
¿Cómo se manifiesta la
conciliación de clases en la cotidianidad? Pues bien, después de la derrota
electoral del 6 de diciembre el gobierno incorporó al gabinete a un empresario,
el presidente de Fedeindustria Miguel Pérez Abad, y creó el Consejo Nacional de
Economía Productiva, abandonando así el Plan de la Patria, testamento político
del Comandante Chávez, y asumiendo la Agenda Económica Bolivariana, propuesta
muy parecida a la primera oferta electoral de Chávez en 1998, la Agenda Alternativa
Bolivariana, superada pocos años después. Al mismo tiempo, instaló el Congreso
de la Patria, para “construir un nuevo bloque histórico”, “reagrupar fuerzas”,
construir el “nuevo modelo económico”, etc.
La verdad es que la
burguesía ha conseguido formidables incrementos de precios a los productos
regulados, con el cínico marcaje de “Precio Justo”, como por ejemplo la harina
de maíz precocida que pasó de 19 Bs. a 190 Bs. el Kg (1000% de incremento), el
café, que pasó de 60 Bs. aproximadamente a 694 Bs. el Kg (1150% de incremento
aproximadamente), el arroz, que pasó de 25 bs a 120 Bs. (casi 400% de aumento),
entre otros incrementos como los del pollo y la pasta, con la vana esperanza de
que la burguesía, al ver aumentar su tasa de ganancia, abandonaría el sabotaje
económico y se pondría a producir por el país. La realidad es que aún hay un
fuerte desabastecimiento de dichos productos, porque son parte de la estrategia
de la burguesía para doblegar a las masas y achacarle la responsabilidad al
gobierno. Ingenuidad, complicidad o traición a la clase trabajadora, son las
únicas razones para entender semejante accionar por parte de nuestro gobierno.
Además, los empresarios
lograron una inmensa devaluación del Bolívar frente al Dólar, que pasó de 200
Bs. en febrero a 651 Bs. para el 15 de septiembre, a fin de “estimular las
exportaciones” y facilitar el retorno de una parte de los millones de dólares
que se fugaron, que fueron pagados a 4,30 Bs., 6 Bs. o 12 Bs. por Dólar y ahora
son canjeados de manera “legal”, por 650 Bs. Así que dos grandes herramientas
que venía utilizando el reformismo y el oportunismo para lucrarse, “regular el
sistema” y mantener simpatías con las masas, como eran el control de precios y
el control de cambio han sido negociadas con la burguesía a cambio de “buenos
deseos”, promesas y “comunicados a favor de la paz”, de parte de los
principales cabecillas del asedio económico al pueblo trabajador y al mismo
gobierno. Esos, entre otros beneficios maravillosos, son los que han obtenido
hasta ahora los “empresarios patriotas” en el Consejo Nacional de Economía
Productiva.
Mientras tanto, en el
mismo período la clase trabajadora ha obtenido tres aumentos salariales, que
suman más del 100% de incremento, al pasar de 9.648 Bs. en enero a 22.576 Bs.
el 1ro de septiembre, además de un incremento en la base de cálculo del cesta
ticket de 1,5 Unidad Tributarias (UT) a 8 UT, pasando de 7695 Bs. a 42.480 Bs.,
pero, tomando en cuenta las nuevas tasas de ganancia de la burguesía con la
flexibilización de precios al consumidor, además de la inflación y la
devaluación del Bolívar, ¿quién está ganando finalmente?
La flexibilización de
precios ha generado una inflación de aproximadamente 170% en el primer
semestre, es decir, que sólo en los primeros 6 meses de 2016 la inflación ha
alcanzado prácticamente una cifra igual a la obtenida en todo el año 2015, que
registró una inflación de 180,6%, hasta aquella fecha la peor de nuestra
historia. La devaluación ha sido de 325% en sólo un semestre y el aumento
salarial sólo de 100%. Entonces, podríamos decir que los grandes ganadores en
las negociaciones que se han llevado a cabo en el Consejo Nacional de Economía
Productiva son los empresarios, que han tenido aumentos de hasta 1000% para la
venta de sus productos (como los casos de la harina de maíz y el café), y que
por lo tanto son muy superiores a los tres aumentos salariales, ya que no
obstante, estos últimos no logran siquiera equiparar la inflación acumulada.
Por otro lado,
ciertamente en los últimos meses la Sundee ha efectuado importantes
fiscalizaciones junto a las FANB en diversas cadenas de supermercados, mercados
municipales, fábricas y demás establecimientos comerciales y centros de
producción, sin embargo, mientras ello no derive en la nacionalización bajo
control obrero de las principales palancas económicas del país, la burguesía
podrá continuar llevando adelante el sabotaje económico que ha venido
ejecutando de manera implacable contra el pueblo trabajador.
A pesar de la retórica
entusiasta que hemos podido escuchar en los discursos de nuestros dirigentes
durante los últimos meses, en los que se plantea firmemente la victoria futura
sobre la guerra económica, así como la hipotética mejoría del abastecimiento y
los precios de los alimentos hacia el cierre de 2016, la realidad pone en entre
dicho esas afirmaciones, que no sirven más que para adormecer la conciencia de
las masas trabajadoras, o en el peor de los casos generan frustración e ira en
las mayorías que se sienten burladas, debilitando aún más su capacidad de
combate ante la embestida que está llevando a cabo la contrarrevolución.
En ese
marco de deterioro acelerado de las condiciones de vida de las masas
trabajadoras, es inevitable que se agudice el proceso de desmoralización
y desmovilización de estas, lo cual prepara inevitablemente el terreno para
un triunfo definitivo de la contrarrevolución sobre la revolución. Si nuestro
gobierno no abandona la política reformista que hasta hoy viene llevando
adelante de manera empecinada, ello, tarde o temprano, conducirá a la
revolución a la derrota. Solo quedan dos opciones: completar la revolución,
nacionalizando bajo control obrero las principales palancas económicas del país
o seguir marchando en cámara lenta al patíbulo.