Según
las estadísticas, apenas 2% de su población es pobre. Sus habitantes viven en
una economía agrícola muy lucrativa que los ha llevado a convertirse en el
municipio más rico de la región. El problema es que la tasa de suicidio crece
en la misma medida. ¿Qué explica ese fenómeno?
En Los Andes venezolanos
hay un pueblo rico, "el
más rico de Latinoamérica", enfatiza el profesor
de la Universidad Experimental Simón Rodríguez, Moisés Pereira.
Con una población que no
supera los 11.000 habitantes, distribuidos en poco más de 100 kilómetros
cuadrados, el municipio Pueblo Llano se encuentra el noreste del estado Mérida.
Allí, sólo 2% de los ciudadanos es pobre. La principal actividad económica es la agricultura.
"El poder adquisitivo
per cápita es muy alto. En cualquier ladito, en el patio de la
casa, en un porrón, sea donde sea, se siembra papa, zanahoria, ajo",
precisa Pereira, quien también es alcalde del municipio Obispo Ramos de
Lora del estado andino.
Producir por ambición
En esa localidad se produce 70% de la papa y la
zanahoria que se consume en todo el país. La escasa vocación agrícola de
Venezuela, orientada casi exclusivamente a la actividad petrolera, hace
que en Pueblo Llano la demanda nunca falte. Dinero siempre hay, en grandes
cantidades.
"Antes se producía para comer, pero ahora lo
que mueve a los campesinos es la ambición. Quieren dinero a
costa de lo que sea", lamenta Pereira. El detalle es que muchos de
los frutos de la tierra, cada vez más grandes, apetecibles y de ciclo
corto, le deben su aspecto a los agrotóxicos y fungicidas extranjeros que
se comercializan a los campesinos de la zona.
"Uy, aquí
hay de todas las marcas habidas y por haber: mexicanas,
canadienses, norteamericanas", dice Pereira. Se usan tanto que el
municipio pasó a tener el mayor índice de natalidad de niños especiales. Los
neonatos nacen sin extremidades, con mutaciones genéticas
severas o discapacidad visual.
Sólo en Pueblo Llano hay al
menos 30 casos de síndrome de Usher (sordo-ceguera) reportados hasta 2012,
una cifra muy alta con respecto al resto del país. La mayor incidencia del
síndrome de Latinoamérica (5%) también está en Venezuela, específicamente en la
provincia de Macanao (región insular), donde se registran alrededor de 76
casos por cada 100.000 habitantes, refiere el portal del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología.
Veneno
para matar(se)
Pero los efectos no son
únicamente congénitos. En Pueblo Llano la tasa de suicidios es muy alta.
Un trabajo del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic)
adelanta una hipótesis que señala a los agrotóxicos como responsables de
esa realidad.
En 2013, el científico
venezolano Eliécer Arias estrenó el documental "El silencio de las
moscas". En esa pieza cinematográfica, el investigador puso en evidencia la influencia de los fungicidas en las altas tasas de
suicidio de la zona.
Las muertes voluntarias
ocurren, generalmente, entre hombres y mujeres menores de 35 años. ¿El método más común? Envenenamiento con pesticidas. La tradición católica de los pueblos
andinos y el tabú respecto al suicidio hacen que los casos permanezcan casi en
el anonimato.
Entre 2001 y 2012,
Venezuela registró una media de 823 suicidios anuales, de acuerdo a cifras del Instituto Nacional de Estadísticas
(INE). Es decir, hubo dos muertes voluntarias por día. En Pueblo Llano las
estadísticas superan el
promedio nacional e incluso es mayor a la de países como Japón.
"Este es un problema de salud pública -expone el profesor
Pereira-; debemos replantearnos el tema de las semillas, de los
agrotóxicos, proteger nuestra tierra y cambiar la mentalidad de la gente porque
nos acostumbraron que el fruto más grande es el mejor, y no es así. Nosotros
sabemos que la fruta más pequeña es la más sana, la que recibió menos
pesticidas. La situación de Pueblo Llano es preocupante y tenemos que hacer
algo ya".
Con un tasa de suicidio
que preocuparía al mismo Émile Durkheim, Pueblo Llano puede considerarse
como el pueblo rico
más triste del mundo. Y la muerte, más que voluntaria, es
transgénica.