APROXIMACIÓN
A LA VIDA DE
EMIGDIO CAÑIZALES GUEDEZ
“En mi vive
un obrero,
un campesino,
un artesano vive,
vive un
hombre de ciencia,
vive un
hombre de letras,
y un
soldado”
Con este verso se
autoretrataba el camarada Emigdio Cañizales Guédez, natural de Chejendé, Estado
Trujillo, quien había nacido un 22 de octubre de 1922, siendo sus padres el Dr.
Abel Cañizales y Ana Guédez de Cañizales.
De esa población de
Chejendé siempre hablaba nuestro querido camarada, y él, ensayista de numerosos
tópicos pero además autoreconocido comunista, anticlerical como debe ser un
comunista, escribió muchas cosas de su pueblo natal,
entre ellas, aunque parezca contradictorio, una dedicada nada menos que a una
virgen paramera, quizás ubicada ese imagen en algún alejado camino que recorrió
en algún momento de la primera parte de su vida, ensayo que como muchas de sus
obras aun no se han publicado. Estimamos que más de una docena de ensayos de
Emigdio no alcanzaron la luz de la publicación. Nos tocó oírle cuartillas de
algunos de ellos como uno relacionado con la visita del Libertador Simón
Bolívar a La Guaira.
Nuestro acercamiento
a Emigdio se produce cuando en 1975 me hice funcionario del Ministerio de
Sanidad y Asistencia Social, luego de una interesante pero frustrada iniciación
del ejercicio profesional como ingeniero en la planta de ensamblaje, que la
transnacional General Motors tuvo en La Yaguara , Caracas.
Fuimos al ahora Ministerio
de Salud interesados en dar nuestro servicio social en materia de mantenimiento
de hospitales, pero la corrupción que reinaba en esa estructura me horrorizó
por lo que decidí intentar trabajar en la UCV. Me encontraba buscando donde trabajar cuando
surgió una requisitoria de ingenieros para la División de Ingeniería
Sanitaria, en aquella época adscrita a la Dirección de Malariología y Saneamiento Ambiental,
instituciones ambas hoy desaparecidas.
Allí fuimos a los
cursos de inducción de los programas de calidad de aguas, calidad del aire,
control de construcciones, control de residuos sólidos, control de roedores y
uno que se llamaba higiene ocupacional.
Nos interesó ese
programa de higiene ocupacional, ya que desde la época de estudiante
participaba en actividades de apoyo a los grupos de la izquierda que pugnaban
por arrebatarle los sindicatos a los dirigentes adecos –desde el MIR hasta la CR – y con el grupo político que
militaba en Catia, la Oficina
de Asesoría Laboral de Guaicaipuro I, habíamos conocido y acompañado a
trabajadores en sus reclamos por mejores condiciones de trabajo, de manera tal
que este programa nos cautivó desde un primer momento, porque cuando se tiene
conciencia social se busca devolver a la sociedad lo que la sociedad ha
invertido en uno.
Para ese entonces
teníamos pues el conocimiento de lo que le pasaba a los trabajadores en las
empresas cuando no se cumplen normas de seguridad, ya en la General Motors ,
habíamos conocido a un trabajador con sordera profesional y personalmente nos
vimos afectado con una dermatitis profesional. El conocimiento es el primer
paso para asumir un determinado estado de conciencia.
En el Programa de
Higiene Ocupacional conocimos a Emigdio, para esa momento ya él no trabajaba en
ese programa, los adecos se las habían arreglado para sacarlo junto a José Rafael Felice, pero ese par de
titanes no se fueron en blanco, dejaron
a su paso por el Ministerio de Salud el Reglamento General de Plaguicidas, que años
mas tarde, cuando se desató el neo-liberalismo fue desechado permitiendo que
los importadores trajeran a Venezuela cuanto químico le interesara al capital, sin importar su impacto a la salud y la
vida los campesinos, sus familias y al ambiente.
El Reglamento
General de Plaguicidas había sido diseñado para controlar el ingreso de
sustancias altamente tóxicas o muy persistentes en el ambiente, que han sido a
lo largo de nuestra historia, la causa de la muerte de numerosos trabajadores
del campo por el trabajo realizado, de sus familiares por la contaminación
directa o por los accidentes que se suceden cuando tales sustancias son
embotellados en recipientes de uso común, como los de refrescos. Cañizales y
Felice llegaron a plantear la regulación de las llamadas aspersiones aéreas,
pero cuando estas aspersiones comenzaron a impactar los centros poblados, como
lo hacía la flota aérea estadounidense con el agente naranja sobre los
campesinos vietnamitas, propugnaron que se prohibieran las aspersiones aéreas,
como ya se estaba haciendo en los países escandinavos.
Del primer contacto
con Emigdio nos impresionó la forma directa como hablaba, sin titubeos, demostrando
siempre mucho conocimiento del tema que trataba, dejando en claro siempre y por
delante su rol de aliado de la clase obrera. Siempre recordamos cuando ya
activados como grupo de apoyo a la Comisión Presidencial
de Riesgos Profesionales, visitamos la planta siderúrgica Sivensa ubicada en La Yaguara , y ante los gerentes de la planta indicó que su
presencia como técnico para nada invalidaba la posibilidad que en la tarde,
cuando ya hubiese finalizado ese rol, regresara al portón de la empresa a dar a
los trabajadores las herramientas políticas para salir de la explotación a la
que expone el sistema capitalista.
También hablaba muy
alto, casi a los 80 decibles, y al principio nos pareció característico de las
personas que hacen vida sindical, pero después supimos que eso se debía a un
proceso de pérdida auditiva, iniciado en el histórico Viet-Nam a donde fue
enviado por las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) a formarse en la
medicina de guerra, recibiendo además lecciones políticas de Ho Chi Ming, el gran
líder y conductor de la revolución vietnamita y lecciones militares de Guyen
Van Giap, el hombre que logró en el terreno derrotar a las fuerzas del
imperialismo estadounidense. Cuando visitabamos a Emigdio y a Lourdes en su
casa de Macuto siempre nos mostraba orgulloso
fotos de esa época.
Empezó Emigdio a
militar políticamente desde octubre de 1939 en los días de su cumpleaños número
18, cuando ingresó a la secundaria. Sus estudios de primaria los inició en
Chejendé y los culminó en Barquisimeto, los de bachillerato los inició en
Trujillo y los culminó en Caracas, graduándose de Bachiller en Ciencias en
1945.
De esa época le
viene la fibra de escritor, ya que en el bachillerato dirigió y publicó
periódicos estudiantiles.
Comenzó sus estudios
de Medicina, en la
Universidad Central de Venezuela, pero por sus actividades
políticas debió salir del país, graduándose de médico en la Universidad Central
de Madrid, España. En 1956 obtuvo en el Royal Intitute of Hygiene and Public
Health of London (Real Instituto de Higiene y Salud Pública de Londres) su
Certificado en Salud Pública y Diploma en Salud Industrial. Se convirtió de
este modo en el primer profesional venezolano en obtener, un título de cuarto
nivel en materia de salud ocupacional, y además de ejercerlo. Su título de
galeno lo revalidó en la
Universidad del Zulia en 1957. Además hizo estudios de Epidemiología
en Argentina y de los peligrosos Plaguicidas en 1975 con la Organización Panamericana
de la Salud.
Además de médico cirujano,
fue historiador, guerrillero, poeta, escritor, aficionado a la pintura y la
talla de la madera, y se destacó por muchos aspectos, uno de ellos su presencia
en la prensa, tanto legal como la clandestina. Por eso su nombre apareció en
periódicos como Tribuna Popular, Ultimas Noticias, Cantaclaro y hasta el hoy
oligarca El Nacional. En 1961 en plena lucha armada en nuestro país, era uno de
los redactores de Tribuna del Este, órgano del Partido Comunista de Venezuela
en la clandestinidad para esos momentos.
En uno de sus
últimos artículos en la prensa, publicado en el diario Ultimas Noticias,
Cañizales se refirió a un tema de actualidad, el rol equivocado que algunos
comunicadores sociales asumen cuando actúan como agentes políticos en sus
continuados ataques al Presidente Chávez, lo cual lo indignaba como a todos los
que vemos a muchos periodistas que tergiversan los hechos, muestran un solo
lado de la noticia y hasta se presentan como víctimas de agresiones que solo
están en sus mentes. En el primer párrafo del artículo Vilipendio Habemus
publicado por el diario Ultimas Noticias el 19 de marzo de 2003 escribió:
“Desde hace tiempo he estado por asomarme al
volcán de improperios, denuestos, insultos, descalificaciones, que en los
medios de comunicación y en actos públicos coordinadamente organizados, se
vierten sobre el Presidente por sus enconados adversarios....”
Su obra escrita fue
prolija. Destacan, “El Médico Industrial” (1960), “Voces Vegetales” (1973),
“Chejendé, historia y canto” (1982) ensayo histórico social prologado por
Miguel Acosta Saignes, “El Viejo Gabaldón del Tamaño del Tiempo” (1988), “El Médico y las Leyes” (1984), “El Indio en la Guerra de Independencia”
(1993) prologado por J.J. Armas Chitti, “Fuentes Maestras de Atención Primaria en
Salud” (1993) prologado por Eric Omaña y “Miton apuntes para su historia”
(1993).
En este último libro
cuenta una anécdota que le ocurrió apenas a los 10 años de edad y que juró a su
madre no divulgar, lo que hizo a los 70
años con este ensayo de esa población trujillana que vale la pena comentar.
Fue enviado de
Chejendé hasta Miton, para que enseñara a la maestra de la localidad las
operaciones matemáticas de regla de tres, simple y compuesta así como la regla
de interés compuesto, que ella no dominaba. Inició de este modo Emigdio su rol
de educador del cual no se separó nunca en toda su vida.
Cuando los adecos lo
sacan del entonces Ministerio de Sanidad y Asistencia Social conjuntamente con
José Rafael Felice, ambos fundan en 1974 la Cátedra de Medicina del Trabajo en la Facultad de Medicina de la UCV , hecho de importancia
porque hasta entonces, los médicos venezolanos obtenían sus títulos que les
permitan asistir a las personas enfermas en la recuperación de la salud sin
saber, que una parte importante de la morbilidad de los adultos tiene que ver
con el trabajo.
Emigdio con esa
garra de educador que desarrolló desde muy niño, formó a varias generaciones de
médicos ucevistas en lo relacionado a identificar, no solo la causa de la
enfermedad en las condiciones de trabajo, sino a relacionar esa enfermedad con
la explotación del trabajo humano por parte de los empleadores y empleadoras.
Del poemario Voces
Vegetales podemos comentar que es como una recopilación de versos que creemos
los comenzó a organizar estando en la cárcel por la forma cronológica en que
los presenta. Todos son impresionantes, muy sencillos, no soy crítico de arte,
pero nos muestran la faceta de alguien que se preocupó por recoger cada
impresión de su vida en forma tan fácil de entender, desde Cadáver 16 escrito
en la sala de disecciones de “San Lorenzo” en 1947, Bucare Arbol-Emblema del
Estado Trujillo en 1952 y la parte mas abundante, los poemas relacionados con
los años de la lucha armada, entre ellos el Salmo Rojo a Toribio García y Yo ví
morir a los niños del Viet-Nam. Sobre Toribio García tuvimos la oportunidad de
leer un ensayo preparado sobre la lucha del malogrado camarada en la plenitud
de la vida.
Del libro del Papel
del Indio en la Guerra
de Independencia nos impresionó lo acucioso de la investigación, porque no
solemos leer de historia, pero la historia que leemos no toma en cuenta los
diversos roles de las etnias indígenas en la gesta emancipadora, algunas al
servicio de la causa libertaria y otras al servicio de la causa realista.
Con este texto hubo
la posibilidad de llevar a Emigdio a ocupar una silla en la academia de la
historia, pero no ocurrió así, y es de imaginar que los miembros derechistas
que ocupaban la mayor parte de los asientos, habrán hecho lo posible por
negarle al Camarada Cañizales tal honor.
Sin intentar hablar
de toda su obra literaria, que no la hemos leído a cabalidad, comentamos que el
libro Fuente Maestras de Atención Primaria en Salud que prologamos en su
oportunidad, nos pareció como un informe de vida de su labor por la salud y
seguridad de los trabajadores y trabajadoras, y nos enseñó que el trabajo puede
ser fuente etiológica, es decir, la causa de casi todos los estados morbosos de
la población en general y no solamente de la población trabajadora.
Como gremialista
médico aparece entre los miembros fundadores de la Sociedad Venezolana
de Medicina del Trabajo, la Sociedad Venezolana de Toxicología Clínica y la Sociedad Venezolana
de Salud Pública.
En la Federación Médica
de Venezuela tuvo tan destacada actuación que logró, apoyándose en la fracción
de médicos comunistas, entre otras, dos conquistas muy importantes, una que la Federación le dedicara una
Asamblea Ordinaria, solamente al tema de Salud y Trabajo, lo cual puso a muchos
médicos a pensar en como su propia vida y salud se podían ver comprometidas,
por las condiciones de trabajo en el sector sanitario, evento que se desarrolló
poco después de haber logrado la edición de la Declaración de
Tucupita.
La otra conquista es
aun más relevante comentarla, logró que la Federación Médica de Venezuela
convenciera al entonces Presidente Pérez
que nombrase la
Comisión Presidencial de Riesgos Profesionales, la cual le
tocó coordinar y como tal producir el Informe de la Comisión Presidencial
de Riesgos Profesionales y el anteproyecto de la LOPCYMAT original.
El anteproyecto de la LOPCYMAT fue afinado desde el punto de vista normativo
por el eminente jurista Enrique Agüero Gorrín, para entonces Consultor Jurídico
de la Federación Médica
y a quien, años mas tarde, el Presidente Chávez lo nombrase primer Presidente
del INPSASEL, a propuesta del camarada Pedro Ortega Díaz, cargo que no pudo
desempeñar por el saboteo al cual lo sometieron las entonces autoridades del
Ministerio del Trabajo y del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, de
eso podemos dar fe de primera mano porque nos correspondió, por designación
también del Presidente Chávez ser el Suplente del Presidente del INPSASEL,
figura que quedó eliminada con la reforma de la ley en 2005.
En la desaparecida
revista de la
Sociedad Venezolana de Medicina del Trabajo, escribió Emigdio
importantes ensayos sobre los problemas de la salud de los trabajadores y en la Asamblea de la Sociedad Venezolana
de Salud Pública realizada en Tucupita en 1974 logró junto a su eterno camarada
de luchas, el Dr. José Rafael Felice, que este gremio emitiera la Declaración de
Tucupita (1974), mediante la cual, por
primera vez algún ente gremial se pronunció sobre la necesidad de disponer en
Venezuela, de una legislación que recogiera en un solo cuerpo, las dispersas
normas sobre seguridad y salud en el trabajo contenidas en la Ley de Sanidad Nacional (ahora
Ley Orgánica de Salud Pública), la
Ley del Seguro Social y la
Ley del Trabajo (ahora Ley Orgánica del Trabajo).
Como luchador por la
causa de los explotados aparece entre los fundadores de la Central Unitaria
de Trabajadores de Venezuela (CUTV), el Sindicato de Escritores, el Sindicato
Único de Empleados Públicos de la
Salud (SUNEP-SAS). Fue asesor de la CTV
y de la CUTV. Por
sus aportes a las luchas de la clase obrera fue galardonado por FESINLARA, organización
sindical que dirigiera otro titán de la lucha clasista, el recordado camarada
Pedro Abarca, con la orden “Máximo Gutiérrez” y por el Sindicato de Escritores
y Artistas de Stalingrado (URSS), hoy Volvogrado (Rusia) con la Insignia del Sindicato.
Su identificación
con la clase obrera fue la causa por la cual los anglo-holandeses de la Shell lo sacaron de la Refinería de Cardón,
desde donde lo habían enviado a realizar su postgrado de medicina del trabajo
en Inglaterra, ya que siendo profesional, en una época en que era muy mal visto
que los profesionales se codearan con obreros, Emigdio aceptó ser candidato a
presidir el club social y deportivo de los trabajadores de la refinería, cargo
que ganó pero perdiendo su puesto en la industria petrolera.
Cuando a finales de
los setenta un grupo de profesionales nos acercamos como colectivo a prestar
nuestro apoyo voluntario a los sindicatos comunistas en materia de seguridad y
salud en el trabajo, Emigdio fue el primero en apoyar tan entusiasta idea,
porque siempre visualizó, la alianza de los profesionales con la clase obrera.
Su espíritu de lucha
fue infinito. Emigdio se puso una meta que ahora después de 35 años de la Declaración de
Tucupita, se ha hecho realidad, el INPSASEL. Fueron muchas las situaciones que
él debió enfrentar, pero como líder y maestro, supo dar la lección para que
numerosos colectivos profesionales, especialmente lo que hemos hecho vida universitaria,
los colectivos sindicales y los colectivos políticos, se entrelazaron para alcanzar
estas conquistas.
Una rápida
cronología nos permite visualizar lo anterior. En 1974, la Declaración de
Tucupita, en 1977 la
Comisión Presidencial de Riesgos Profesionales, el Informe de
la Comisión
Presidencial de Riesgos Profesionales y el ante-proyecto de la LOPCYMAT.
Recordemos que ese
informe presentó dos grandes conclusiones, una que el gobierno debería haber
declarado en emergencia las condiciones de seguridad y salud en el trabajo en
Venezuela, producto de la gravedad de los datos presentados en dicho informe, y
la otra, que se requería una ley que centralizara los servicios que en esta
materia se encontraban dispersos en los diversos ministerios e institutos de
seguridad y salud ocupacionales.
Presentado el
Informe, la Comisión
encabezada por Cañizales Guédez debió enfrentar el saboteo del Ministerio del
Trabajo. El Ministro Manzo Gónzalez, un adeco al servicio del capital privado,
como fueron casi todos los ministros del trabajo en la cuarta república, trajo
al país a un importante grupo de profesionales de la OIT integrantes del Programa
Internacional de Ambiente y Condiciones de Trabajo (PIACT) para que elaborasen
también un informe sobre nuestro país.
Las conclusiones de
ambos informes fueron coincidentes, pero la gran diferencia estuvo en la
responsabilidad ante los daños a la salud y la vida por las condiciones y
medios de trabajo. La
Comisión Cañizales , como se le llegó a llamar entonces
propuso que, siendo el empleador el dueño de tales condiciones y que además
producto de su condición de propietario, se apropia del trabajo humano de
otros, debería ser responsable, civil y penalmente de no ofertar seguras y
saludables condiciones y ambiente de trabajo, mientras que el PIACT recurría a
la tradicional figura del tripartismo oiteco: gobierno, empresarios y
trabajadores; diluyendo de esa manera la responsabilidad del dueño de los
medios de producción ante los daños a la salud física y mental de su personal.
Es de recordar que
ambos ante-proyectos de ley fueron al CAJAP, especie de Comité o Comisión de
Asesores Jurídicos de la Administración Pública y que por su consistencia
científica y jurídica, fuerza moral y calidad del trabajo, se aprobó el ante-proyecto
de la Comisión Cañizales , quedando desdeñado el
anteproyecto del Ministerio del Trabajo.
En 1978 los sectores
sindicales de la CTV
se comprometieron con promover la discusión de la ley en el desaparecido
Congreso de la República ,
cosa que no hicieron posteriormente, porque con la llegada de Luis Herrera a la Presidencia de la República optaron por la
lucha economicista, enmarcada en una ley general de aumento de sueldos y
salarios, rompiendo así su compromiso con la Comisión Presidencial
de Riesgos Profesionales.
Emigdio no se
amilanó, sino que optó por continuar con la lucha política y así en las elecciones
de 1983 es electo diputado junto con su camarada de partido, el jurista Pedro
Ortega Díaz. También llegaron al parlamento algunos de los sindicalistas de
partidos políticos, hoy ubicados en la derecha política venezolana, quienes
bajo la influencia de Emigdio volvieron a comprometerse con el rescate de la
ley.
En 1984 ocurre un
caso importante de contaminación con polvos de sílice, en la empresa Nalco de
Anaco, Estado Anzoátegui, lo que aprovecha Pedro Ortega Díaz para que se someta
a discusión en el parlamento ese anteproyecto de ley, que ya llevaba varios
años en alguna gaveta del antiguo Congreso de la República. En las
discusiones surgió la propuesta, de que el Congreso ratificara el Convenio 155
de OIT sobre Seguridad y Salud en el Trabajo y así se hizo.
Cuando se aprueba la LOPCYMAT
en 1986 no creíamos que esa alianza de los sectores obreros en el parlamento
así lo permitiera, conociendo sobre todo las grandes traiciones que los adecos
y otros sectores políticos habían hecho en el pasado. Pero sucedió un hecho que
vale la pena rescatar en este breve recuento. La razón por la cual, los
sindicalistas adecos no se vieron presionados por Fedecámaras fue que en el
parlamento se estaba discutiendo una ley que hubiese permitido privatizar a la Petroquímica de
Morón, con un proyecto llamado Pentacom. Los capitalistas descuidaron la LOPCYMAT , por eso, en
cuanto el entonces presidente Lusinchi la promulga comenzaron a atacarlo con
mucho éxito, tanto que la misma no se aplicó sino en contados juicios
laborales, hasta que llegó el Presidente Chávez y puso en marcha el INPSASEL.
En un acto público
organizado por el segundo presidente que dirigió los destinos del INPSASEL, el
camarada Francisco González, la
Ministro del Trabajo le confirió a Emigdio la Orden del Trabajo, que para
él no significaba nada, ya que su máxima realización era el instituto mismo, lo
que se evidenció en la emotividad de las palabras del anciano luchador.
Los ataques a la LOPCYMAT por parte de los
empresarios y funcionarios reaccionarios, lograron que antes de la llegada de
Chávez al gobierno, la ley fuera obviada, desde su promulgación, pero cuando el
segundo mandato de Pérez fue
interrumpido por los hechos de corrupción en que estuvo incurso el llamado
bachiller de Rubio, y asumió la primera magistratura del Estado el Dr. Ramón J.
Velásquez, nuestro camarada Cañizales, aprovechando la amistad con el
historiador lo visitó y logró que se pusiese en marcha el Consejo Nacional de
Prevención, Seguridad y Salud Laborales (CONPSASEL), instancia que se pudo
reunir solo un par de veces, porque a la llegada del segundo mandato del
Presidente Caldera, el Ministerio del Trabajo no convocó a mas reuniones,
actitud que aun mantiene.
El lado humano que mas recordamos de Emigdio se presentó cuando su
adorada Lourdes, su esposa, la compañera fiel, secretaria y organizadora de su
vida familiar desarrolló el mal de Alzhaimer, por lo que él renunció a su
ascenso en la UCV
para dedicarse en cuerpo y alma a su pareja, cosas de románticos y soñadores
que tanto hacen falta en nuestra patria.
La
desaparición de Emigdio, una madrugada del 3 de mayo de 2005 fue para nosotros
solo la pérdida física del guía, del maestro que aleccionó con el ejemplo, y
por eso fue dura, aunque espiritualmente el camarada no se ha ido, porque su
romanticismo vivirá en el corazón de quienes consideramos que el trabajo sólo
debe ser fuente de riqueza espiritual, del mejoramiento de la calidad de vida
de toda la población y no la base para los homicidios laborales ni del lucro
individual, conceptos que Emigdio tanto manejó y combatió y que debieron servir
para formar su espíritu de servicio social.
Del
libro Voces Vegetales siempre recuerdo el inicio del poema Relación del
Juramento que escribiera estando detenido en los calabozos de la Digepol en 1964 hacia el
final de la lucha armada y que comienza así:
En estas coplas refiero
así pase lo que pase
por mi conciencia de clase
comunista vivo y muero
Cada una
de las líneas anteriores son a su vez la última línea de cada estrofa, así ese
poema presenta como última estrofa la siguiente:
Por la mujer que amamanta
la miseria en sus entrañas
Por el que tumba montañas
para crear riqueza tánta,
mientras sus hambres espanta
comiendo luz del lucero
por el niño pordiosero
que vive de luna y sueño,
juro, que con todo empeño
Comunista vivo y muero.
Por eso
ya conocedor de su inminente partida nos dio sus instrucciones finales; deseó
que su cuerpo llevara una camisa blanca con una sobresaliente corbata roja, que
en su cabeza llevase la boina roja, que sobre su ataúd se colocará la bandera
roja de la hoz y el martillo de su histórico Partido Comunista, que ningún cura
ni nadie rezara ante él y que al momento de bajarlo a la sepultura lo
despidiéramos cantando el Ohh Bella Chao y la Internacional Comunista ,
así fue Emigdio, comunista hasta el último momento, fiel a los principios,
creemos que esa es la gran lección para los que seguimos sus pasos.
Eric
Omaña
Caracas
27.A.2009